lunes, 2 de septiembre de 2013

PARPADEOS DE LUCIDEZ

Este es un sueño muy doloroso para mí, tanto en lo físico como en lo emocional, a ciencia cierta no recuerdo los detalles de cómo empezó mi sueño.  Comenzaré diciendo que me encontraba haciendo el llenado de unas formas para un trámite, me parecía que eran hojas interminables y al pie de cada una debía poner nombre y firma, habíamos varias personas haciendo lo mismo y a cada una nos fueron llamando por número de turno. Cuando me tocó pasar a la siguiente etapa del trámite, aún no terminaba con el llenado de los formatos cuando la recepcionista me dijo que podía continuar con el llenado durante el proceso de las pruebas, cosa rara en realidad. La señorita me condujo por unos pasillos, por los cuales se filtraba una cálida luz del día soleado que estaba afuera, respire profundo y pensé que ya tenía mucho tiempo que no miraba una mañanita soleada, pasando el último pasillo, llegue a una especie de sala de espera donde había varios escritorios y material de laboratorio para tomar muestras de sangre y cosas así, tras de mi llegaron más personas y cada una se dirigió a uno de esos escritorios. Entonces me llamó una persona de voz agradable, me pidió sentarme y continuar el llenado de formatos mientras ella preparaba “las cosas” –dijo-
Sentada frente al escritorio, me distraje con el ventanal enorme en la parte posterior de esa sala, afuera parecía el jardín de un hospital, la luz del día me pareció un poco de tarde, para mis adentros me pregunté si acaso era posible que pasara tanto tiempo y yo ni por enterada, me sentí un poco desesperada, recordé que debía ir clases… ¿Clases? Si, debo ir a clases, ¡llegaré tardísimo! Un poco atolondrada me puse de pie al tiempo que me preguntaba sin hablar, ¿qué hago aquí? ¿Mis hijos dónde están? No sé por qué tuve unas ganas intensas de llorar.
En ese momento la mujer que estaba a mi lado, la de voz agradable, me tomo del hombro para indicarme que tomara asiento, la mire muy confundida y ella me sonrió.
-¿Has terminado de llenar las formas?- Me hablo con una voz en tono común, nada sorprendida por mi actitud, era como si me conociera de tiempo. Reviso los formatos y me pidió una firma más.
-Esta firma es la última, ésta vez tardaste un poco más en el llenado de las formas; sabes te noto un poco distante, ¿hay algo que te incomode?-
No, respondí como autómata, mientras en mi mente se libraba una gran batalla de recuerdos, y una lágrima que anunciaba desconcierto, viajaba sobre mis mejillas con rumbo al suelo…
-No llores- me dijo con voz dulce, -esta vez haremos unas pruebas diferentes para ver las mejorías y-
¡Tengo que ir a clases! ¡Llegaré tardísimo! ¡No me dará tiempo de comer con mis hijos!
Mi voz temblaba mientras decía las escusas para salir de ahí, ella me miraba de un modo tan apacible que empezó a incomodarme, demasiado dulce, firme en lo que ordenaba sutilmente, con una seguridad arrasadora, me sentí molesta, enojada y según yo tomé fuerzas.
Debo irme doctora, -intenté hablar con un tono más sereno- la verdad no tenía contemplado tardar tanto, disculpe usted la pérdida de tiempo, otro día regreso más temprano… Trataba yo de zafarme a como diera lugar, mi voz temblaba un poco menos, mas aún no sentía el control sobre mi misma, tampoco fui capaz de dar un paso hacia atrás, era como estar inmóvil por completo, mis piernas me pesaban horrores.
-Ya estamos hasta aquí- me dijo con voz dulce y un acento de insistencia, -anda toma asiento y regálame una última firma-
No tuve más opción que sentarme y firmar, en mi mente el caos empezaba a ser insoportable y me dejaba muda. ¿Doctora? ¿Qué clase de doctora? ¿Pruebas? ¿Qué clase de pruebas? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? ¿Mis hijos, dónde están mis hijos? ¿Y qué clase de lugar es éste? ¿Y por qué estoy aquí?
¡Ya encontré la frase para terminar mi poema! “La tez marrón de tu mirada”…
-Levanta un poco tu falda, a esta altura más o menos- la doctora interrumpió mis pensamientos, voltee yo a mirarla y ella levantó su falda para mostrarme cómo debía hacerlo yo.
-Inclínate un poco a tu izquierda para poder sacar la muestra, después tomaré también un poco del cartílago de tu rodilla derecha-
No respondí nada, solo asentí con la cabeza, el asombro no me dejaba articular palabra alguna, estaba yo sentada con las piernas juntas, miré mis rodillas, estaban un poco huesudas, hasta ese momento me percaté de la ropa que tenía puesta, era un vestido de color beige, abotonado al frente, la falda me daba un poco arriba de la rodilla y…
-¿Lista? Recuerda, respira profundo, relájate, ¡hey! No mires el catéter, ya sabes la punción duele un poco y sentirás un poco de presión, ¿éstas bien?-
Dije que si con la cabeza, no era capaz de articular ni media palabra, levante mi falda según lo indicado, mis piernas estaban muy blancas, me sorprendió un poco pues no soy de tez tan clara, como si la doctora adivinara mis pensamientos, enseguida aclaro lo del tono de mi piel.
-El tono de tu piel se debe a la poca exposición al sol, cuando salgas ya verás que te verás como antes, bien aquí voy-, -no mires, así estarás más tranquila-
La doctora comenzó a limpiar mi muslo con un algodón empapado de alguna solución que me provocó cierto escozor, además estaba frío, luego introdujo el catéter, mi pierna se acalambró horrible, fruncí el ceño y cerré los ojos, apreté los dientes y mis puños. Alguien me tomo de los hombros, acarició mi pelo, de reojo miré sobre mi hombro izquierdo y alcancé a ver a una silueta vestida de blanco, no pude distinguir si era hombre o mujer, no me habló, pero sus manos me transmitían cierta confianza.
-Listo, ya terminé aquí, ahora voy a sacar una muestra del cartílago de tu rodilla, ok-
-Si quieres te puedes sostener de la orilla de la tarja frente a ti, por favor no metas mano, déjame trabajar y terminamos rápido-
Yo comencé a llorar, esta vez no tenía un catéter, acercó a mi rodilla algo como un bisturí, muy fino.
-Tranquila, voy a tomar una muestra partiendo de tu rodilla, será rápido-
La persona que me sostenía, puso una mota de algodón dentro de mi boca, me sostuve de la tarja con la mano derecha, con la otra mano sostenía mi frente y un mechón de mi pelo, la doctora comenzó hacer una cortada desde el costado derecho de mi rodilla y siguió sobre mi fémur, era como de unos 10 cm, parecía que tomaría una astilla de mi hueso y así fue. No se detuvo, raspó un poco sobre el mismo corte del hueso, el dolor era demasiado, tanto que no importó la ausencia de sangre en la herida, -aguanta un poco más- decía ella como si le costara trabajo tomar la supuesta muestra, yo estaba llorando mucho, y con todo y eso, los recuerdos no dejaban de taladrar mi mente, mis hijos, mis compañeros de clase, la revista, yo viajando, conduciendo, un atardecer, los cerros, el cielo, las estrellas mi última visita al mar, cocinando, un bosque, agua, un río, la navidad, mi pueblo, los días misteriosos de mi juventud (avistamientos de ovni), riendo, jugando, llorando, llorando, la punción era horrible…
¡Basta! ¡Me duele horrible y se acalambra mi pierna! ¡Por favor deténgase! Las motas de algodón me impedían hablar con claridad.
-Ya terminamos, tranquila, puedes escupir las motas de algodón, vomita si quieres- dijo la doctora nada sorprendida, por el contrario mostraba un poco de frustración en su rostro.
Yo seguía llorando desconsolada, escupí el algodón y estaba lleno de sangre, quise escupir mi saliva y no pude, estaba espesa, peor que engrudo, la mire y pregunté por qué tanto dolor para mí, por qué esas pruebas. No dijo nada, solo dirigió su mirada a mi pierna y para mi sorpresa, la herida se estaba cerrando sola, únicamente quedaba una ligera cicatriz. Aun llorando pregunté ¿esto pasa siempre? 
La doctora cerro los ojos asintiendo con su cabeza. ¿Siempre? Pregunté de nuevo, ¿todas las veces? Lo pregunté pues a mi mente llegaron recuerdos de la toma de muestras pasadas, eventos que por alguna razón no tenía conciencia de ellos.
-¿Cómo te llamas? Dime cómo te llamas y esto será más fácil, te podrás ir a casa, solo dime cómo te llamas-
No lo sé, y de verdad no lo sabía, en mi mente solo decía –soy escritora, soy escritora- pero no podía recordar mi nombre ni cómo llegué a ese lugar, no pude recordar mi nombre, y no paraba de llorar, yo solo pensaba que no sabía qué me dolía más, si el no saber por qué estaba ahí, o los momentos de lucidez que parpadeaban en mi mente…

Desperté tumbada en mi cama a las 6:00 am, llorando desconsolada, doliéndome el alma, confundida, llorando y mis manos tirando de mis cabellos, los maullidos de mi gatito me hicieron reaccionar, miré la hora en el celular y comenzó a sonar la alarma, era hora de empezar un nuevo día.